Sinopsis
Pensar y vivir el presbiterado como misterio y paradoja ayuda a comprenderlo con esperanzado realismo en las circunstancias cambiantes de la Iglesia, la cultura y el mundo de hoy.
En este contexto, el presbítero es llamado a alcanzar su verdadera altura desde la humildad, porque sólo quien reconoce la desproporción entre su persona, tantas veces opaca, y su misión logra, paradójicamente, ser imagen, representación y transparencia de Cristo Pastor. Para ello necesita la confianza que aporta el Espíritu, el único capaz de equilibrar las polaridades del ministerio e integrar en la persona del llamado los rasgos, el estilo y los sentimientos de Cristo Jesús. Desde esta experiencia de gracia acogida y vivida es posible la disponibilidad para mantener una conversión continua y vivir la existencia apostólica con otros, en fidelidad, entrega y alegría.
Sorprendentemente, la construcción de la identidad presbiteral debe mucho a la antigua categoría de «éxtasis» (Gregorio de Nisa), porque sólo lanzándose hacia delante, en unión con todos los bautizados, podrá seguir las huellas del Hijo en busca del verdadero rostro de Dios.